miércoles, 16 de enero de 2008

Volcanes o movimientos telúricos

Al aproximarse en avión al territorio ecuatoriano se divisa desde el aire un gran número de volcanes y nevados. Estos volcanes están activos y continuamente pueden expulsar lava de mayor o menor intensidad que afectan, en algunos casos, a grandes superficies con consecuencias importantes. Este efecto natural se traslada casi mecánicamente a la vida política, económica y social de Ecuador. Cada cierto tiempo, mas o menos largo, la sociedad parece bullir y sale de sus entrañas inmensas cantidades de fuego y cenizas que afectan a la vida política. Yo solo conozco lo sucedido desde hace doce años pero no creo que haya sido muy diferente desde 1834. En estos años me sorprendió a finales de 1996 la irrupción del presidente Bucaram. Arrolló en las elecciones y anunciaba una política de grandes cambios a favor de los pobres. Su política iba a afectar a todos los rincones del país. Las cenizas de su volcán fueron llevadas por los vientos de cambio a todos los rincones pero se disolvieron rápidamente con las primeras lluvias dejando un lodo de descrédito hacia los políticos y de desconfianza de los ciudadanos en menos de seis meses. Gran parte de los que poco antes le habían apoyado y con la ayuda del soplido del gendarme del norte apagaron el volcán y la tierra circundante se quedó en una situación de miseria mayor que antes de su explosión. Después de un periodo de agitación siempre viene un periodo de tranquilidad de actividad volcánica. Así parece que se impuso en el país andino con el nombramiento del presidente Alarcón. Bonanza promovida por el clima de intereses para el desarrollo de las mejores tierras del país y de los vulcanólogos. La tranquilidad duró poco, tan solo dieciocho meses. Poco pero tres veces mas que la duración de la anterior erupción. La siguiente explosión del presidente Mahuad tuvo consecuencias tremendas aunque no inesperadas en un país que no sabe vivir sin convulsiones. La crisis económica llegó a su nivel más alto. La dolarización se implantó dando origen a una pérdida sin precedentes del poder adquisitivo, o manteniendo el símil que venimos utilizando, a un empobrecimiento de la tierra que hace difícil que por varios años pueda dar frutos. Esta erupción que parecía más débil que la de Bucaram se manifestó con consecuencias tan destructivas como nunca en la historia de Ecuador se habían dado. También como en veces anteriores, después de la explosión viene una época de calma en la que los vientos del norte quieren borrar sus consecuencias lo mas rápido posible. El presidente Noboa protegido de los dioses internos y foráneos no pudo evitar que durante sus años de mandato se fueran gestando las nuevas erupciones que tenían su energía en los mismos puntos que le elevaron al poder. Esas fuerzas del interior de la tierra se sentían reprimidas (engañadas). La situación era explosiva. En cualquier momento volvería a estallar un nuevo volcán. Y efectivamente así fue. El nuevo volcán reunían las características básicas para llegar a todos los rincones del país: apoyo del interior de la tierra (indígenas), toda la energía concentrada (apoyo militar) y gran cantidad de cenizas (promesas y promesas de cambios y de supresión de la corrupción). ¿Qué iba a suceder?: lo de siempre: conversión de las cenizas en lodo y vuelta con la misma historia con su vicepresidente Palacio. ¿Y ahora qué?. Otra nueva erupción volcánica con el presidente Correa. Adivinan que sucederá. Cuánto tiempo tardará en convertirse las cenizas en lodo. Se admiten apuestas pero el premio va a ser pequeño porque la probabilidad de acierto es muy grande. Pero qué hacer para que estos círculos viciosos paren. Que yo sepa sólo se puede hacer una cosa: aprovechar los movimientos telúricos tan frecuentes en Ecuador. Las capas inferiores a la superficie gobernante tienen que unir sus fuerzas y potenciar una clase media que ha desaparecido de un plumazo desde hace apenas diez años. No conozco ninguna democracia estable que no tenga una clase media fuerte. Los países sin clase media están encaminados a continuas erupciones volcánicas. El proceso será lento pero mientras que este objetivo no sea tomado como base de gobernabilidad no será posible recuperar la riqueza de Ecuador. La defensa a ultranza como único objetivo de la propiedad de la sangre de Ecuador (su petróleo), de su oxígeno (sus licencias de explotación de telefonía móvil), de su alimentación (control de la exportación de bananas, camarones, flores, etc.) y de todo aquello que permite que el país esté vivo, lo único que traerá es mas lodo en cuanto los vientos del norte se decidan a soplar y a crear tormentas torrenciales (en esta ocasión mayores que las anteriores) que llevarán por delante de una u otra forma a todas las personas de buena voluntad arrastradas por el lodo. Me dirán que es muy fácil decir lo que hay que hacer pero cómo se puede lograr cuando los movimientos telúricos están cansados de tantas erupciones a los que ellos aportan su energía y luego no llevan a nada. Efectivamente. Los cambios hay que hacerlos no sólo hacía afuera sino hacía dentro. Ahí está la solución. Aunque sea impopular, las acciones hay que orientarlas a impulsar las energías internas de estos movimientos telúricos y no a derrocharlas con erupciones inútiles que en lugar de beneficiar al país le consume.

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